Capítulo de Fernando Ramos en el libro del CLAS – Cajastur

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Enorme honor para mí poder escribir un capítulo en el libro «El CLAS, el equipo de Asturias, el sueño de su afición» escrito por Sergio Fuente y Daniel Cabrero, y editado por Camelot.

Gracias a estos dos autores por confiar en mí para escribir un capítulo en esta publicación de tanto prestigio. Podéis encontrar el libro en cualquier librería deportiva o adquirirlo a través de este enlace: COMPRAR LIBRO DEL CLAS

Os dejo puesto por aquí mi capítulo completo, que versa sobre mi percepción de este legendario equipo ciclista desde los ojos de un adolescente.

portada clasCLAS – CAJASTUR (Fernando Ramos)

La primera vez que acudí a una carrera ciclista como profesional de los medios, allá por el 96 en la Subida al Naranco, y entré de lleno en las tripas de un acontecimiento pedalístico, fue como introducirme de nuevo en un mundo ya controlado y conocido por mi subconsciente, como si hubiese sido ciclista en la otra vida, como si mi otra vida hubiese sido una vuelta ciclista a lo Show de Truman, en un planeta llamado «Tubular» o algo así.

Pero ese Déjà vu no me retrotraía a ninguna vida anterior, sino a mi infancia, mi más tierna infancia. Y es cierto, mi niñez de los años 80 y primeros 90, era un pelotón de circunstancias patrocinadas por las marcas que lucían los esforzados de la ruta en sus maillots; Me levantaba de mi colchón Dormilón para ir a una excursión del colegio, mientras mi madre encendía con un mechero ZOR el fogón de su cocina de gas Teka, para prepararme el bocata de tortilla que iría envuelto en papel de aluminio Reynolds. Antes de salir de casa, me aseguraba de llevar bien atadas mis deportivas Kelme y comprobar que junto al bocata viajaban en la mochila una barrita de Huesitos y alguna lata de Kas. En el trayecto, el autobús adelantaba a alguna camioneta de SEUR, mientras en la radio recordaban el cupón premiado en el sorteo de la ONCE. Y así todo el día, desde que me levantaba, hasta que me acostaba, siempre rodeado de marcas publicitarias que asociábamos al ciclismo. Hasta el punto que incluso en el recreo, jugábamos a las chapas de ciclistas. Cada niño se pedía un equipo ciclista y adornaba cada chapa con los colores de su escuadra favorita. A veces era muy fácil porque con abrir una revista, te encontrabas con publicidad de la Once o de Banesto y no tenías más que recortar y pegar. En el caso del Kas y del Reynolds, ya venían las chapas preparadas en los envases, con lo que te ahorrabas casi todo el corte y confección. Pero a mí, me atraía mucho el equipo CLAS, (quizá por sus colores llamativos), y no  era capaz de encontrar absolutamente nada que sirviera para confeccionar aquel maillot de papel.

En ese Madrid de primeros de los 90, los niños de la época, gastábamos nuestras rodillas por las aceras, soñando que la rampa del garaje era el Tourmalet y que la victoria de Perico, Induráin o Eduardo Chozas dependía de lanzar con más o menos fuerza una chapa por los adoquines. Mis amigos tenían sus chapas muy bien «tuneadas» con recortes de revistas o panfletos del supermercado, pero yo con mi equipo CLAS, solo un papel pintado con Carioca, que como todo el mundo sabe, son rotuladores, pero ¿qué diantres sería CLAS?. Incluso hasta marcas muy poco conocidas que patrocinaban otros equipos como Mavisa, por ejemplo,  se sabía que era una fábrica de puertas, porque aquel maillot rojigualda que lucía Juan Carlos González Salvador como campeón de España llevaba bien clarito; Puertas Mavisa, de las que se cierran y abren, de las que tienen picaporte y bisagras, de las que «las coges y te vas»,   pero CLAS…

Una intriga que se resolvió en vacaciones, en uno de esos veranos en Rebollo, el pueblo segoviano de mi madre, donde en aquellos años de la supremacía de Induráin, todavía se soñaba con alguna hazaña del ídolo local, Perico Delgado. El día que apareció entre los trigales la mastodóntica figura de una cosechadora marca CLAAS, se resolvieron todas mis dudas; ¡Ya está!, ¡Fede Etxabe vende maquinaria agrícola!

Evidentemente, años más tarde cuando por motivos de trabajo de mi padre, nos tuvimos que mudar a Asturias, mis nuevos amigos asturianos, se partían de risa con aquellas elucubraciones. Por aquel entonces, ya corría el año 94, gracias a los excelentes resultados de Toni Rominger, al menos los grandes aficionados al ciclismo, ya sabíamos que CLAS era la marca ciclista de un casa asturiana de productos lácteos, pero no estoy muy seguro de si el resto de los mortales que vivían fuera de Asturias, asociarían la figura de Toni Rominger con un cartón de leche del supermercado. Algo que nunca llegué a entender… Con el fantástico escaparate que suponía participar en los Tours de Induráin, con audiencias de vértigo…

Sin embargo, de lo que no cabía ninguna duda era de la pasión que se originó con esta estructura deportiva. En Asturias ser del CLAS era como en Barcelona ser del Barça o en Bilbao ser del Athletic. La «tierrina» se había identificado tanto con ese sentimiento, que la gente era del Oviedo o del Sporting… y de Rominger. Para los asturianos el CLAS, era más que un simple equipo ciclista, era poner unos colores y una bandera a su innata devoción por el ciclismo. Además, aquel equipo que representaba a Asturias, brillaba a nivel mundial y codeándose de tú a tú con el mejor ciclista de todos los tiempos, Miguel Induráin. Con el Oviedo y el Sporting, se enfrentaban al Madrid y al Barça en la liga española, pero no competían en la Champions. Con Toni Rominger sí, el suizo ganaba la liga española del ciclismo, con la Vuelta, y además le disputaba el Tour de Francia, que era la Champions del ciclismo, al mismísimo Induráin. Como para no sentir esos colores en una de las regiones con mayor afición al ciclismo de todo el mundo.

Otra de las cosas que encumbraban al CLAS, era la cercanía. Cuando la Vuelta a España pasaba por Asturias, los coches de equipos salían con sus estrellas y se enfrentaban al numeroso público, estampando autógrafos y regalando bidones. No había autobuses con cristales opacos ni los férreos cordones de seguridad de ahora, lo que hacía que el aficionado pudiese disfrutar más cercanamente de sus ídolos. Pero no solo en las citas ciclistas, también en las carreteras. A mí me sucedió con un ciclista profesional, Eloy Santamarta. Se podría decir que gracias a este bravo sprinter asturiano me dedico en la actualidad al periodismo deportivo. En los años de Induráin, un ciclista profesional, despertaba entre los aficionados más jóvenes la misma espectación que un jugador de fútbol de primera división. Eloy Santamarta pasaba todos los días por delante de mi instituto de Lugones entrenando para correr la Vuelta a España. Yo me quedaba con la boca abierta admirando la estampa de alguien tan importante pasando a mi lado, y encima me saludaba cuando yo le animaba. Es como si Messi o cualquier jugador de primera división se entrenara hoy en día a la puerta del instituto solo para ti. De aquella, con 15 o 16 años, yo ya había perdido toda esperanza de ser ciclista profesional, no daba la talla, pero soñaba con estar metido en ese mundo como periodista deportivo. Cuando Eloy Santamarta pasaba por Lugones, yo me imaginaba con un micrófono entrevistándolo y narrando sus hazañas en la radio. No tardé en hacer mi sueño realidad, cuando a los 17 años de edad, tuve la oportunidad de entrar en la emisora municipal de Llanera. Mi primera entrevista fue a Eloy Santamarta, el día que se despedía del ciclismo profesional en el Critérium de Oviedo. Gracias a esa curiosa circunstancia, Eloy y yo entablamos una gran amistad, y ha sido siempre mi comentarista de ciclismo cuando en los medios donde he trabajado hemos necesitado una voz acreditada para acompañar la narración de las grandes vueltas. Escribo esto porque no quiero dejar pasar la oportunidad de contar aquí la maravillosa anécdota que le sucedió a Eloy Santamarta, campeón de Asturias amateur con el CLAS en los 80. Siempre me ha transmitido una gran devoción por este equipo, asegurándome que como ciclista aficionado se encontró con una estructura tan seria y tan completa, que jamás volvió a ver como profesional algo así, no solo en sus equipos sino también en otras escuadras que participaban en las grandes vueltas profesionales. Pues resulta, que Eloy, antes de fichar por el CLAS, tuvo un percance entrenando, sufrió un aparatoso accidente que aparte de provocarle lesiones muy serias de las que afortunadamente se recuperó, terminó con su bicicleta a las puertas de la chatarrería. Una bicicleta que habían comprado en su casa con muchísimo esfuerzo, y que no podía arreglar por el alto coste que suponía. Un día aparecieron en su casa dos mecánicos de aquel legendario CLAS ameateur, enterados de la desgracia de aquella joven promesa, se llevaron su bicicleta rota para arreglársela totalmente gratis, sin pertenecer el ciclista accidentado a su equipo. Este gesto demuestra la grandeza de aquella organización ciclista, que a todas luces, iba más allá de lo meramente competitivo. A los pocos días, Eloy se fue a entrenar con su bicicleta reparada y fue atropellado por un coche, con parecidas consecuencias en su herramienta de trabajo. Y sí, ahí volvieron los mecánicos del CLAS a ocuparse de ella, para que aquel joven pudiera seguir dedicándose al deporte y no tener que abandonar el ciclismo por falta de recursos económicos.

Eloy fue un afortunado por llegar al profesionalismo, pero muchos otros, como Marce Montero y yo, nos hemos tenido que conformar con meter un micrófono en una línea de meta o sugerir recorridos para las etapas reinas de la Vuelta Ciclista a España. Hace poco conocí a Marce Montero, fue un fichaje de lujo para mi programa de ciclismo. Un tipo que se dedica a subir puertos y posteriormente reflejar sus altimetrías en una web. Este lenense afincado en Madrid, tiene tanta pasión por el ciclismo que no se ha cortado nunca a la hora de proponer varios recorridos diseñados por él a la organización de La Vuelta. Además es un gran nostálgico del CLAS y en estos últimos años que compartimos micrófono, me ha despertado más aún las ganas de revivir aquellos maravillosos años. Marce siempre me recuerda como en octubre de 1995, Induráin decidió intentar asaltar el record de la hora en Duitama (Colombia). El intento fue fallido para el mejor corredor español de la historia, algo que fue bien registrado en las gradas de El Molinón… Una pancarta se encargó de recordar la distancia cubierta entre Indurain y Rominger en sendos Records de la Hora (Indurain, a 2,251 metros de Rominger). La fiebre por el CLAS llegaba hasta las mismísimas gradas de un estadio de fútbol, aunque ya no quedara ni rastro de Asturias en aquel maillot del Mapei. Quizá se había asturianizado tanto a Rominger, que se le seguía admirando como la  prolongación en la élite de aquella etapa irrepetible.

Yo no me acuerdo muy bien de aquel récord de Rominger, aunque lo tenga grabado en VHS. A pesar de ello, yo pienso que en todo gran acontecimiento siempre cabe hacerse la misma pregunta: ¿Dónde estabas tú cuando ocurrió…? Y, ¿dónde estaba yo cuando ocurrió la etapa más famosa y más recordada de la historia del CLAS? Mi amigo Marce Montero siempre me cuenta que se encontraba en el alto de la Cobertoria…

Yo la veía desde la televisión, 20 años antes de conocer a este medidor de altimetrías que me metería en las venas la pasión por el CLAS. Yo en mi casa en Madrid, sufría por la discreta actuación de Perico, pero los forofos del Clas, como aquel Marce Montero de 13 años, ya soñaban los días anteriores a la celebración de aquella etapa para disfrutarla desde allí. Cierro los ojos y me imagino a aquellos preadolescentes asturianos preparados para subir juntos en bicicleta, comer en la cima y bajar para ver la parte final en casa. Quiero visualizarlo todo con mi imaginación. Arriba hay gente, mucha gente y parece que el día va mejorando. Bocata, discusiones y a esperar. Hasta que empieza a pasar la caravana ciclista y se pone a llover. Pasa el pelotón, con Rominger, Gastón, Perico, Zülle, Cubino, Montoya,… Cae de todo en el alto de la Cobertoria y están bajando algunos coches. Veo a los jóvenes aficionados empapados por la lluvia y a Marce con el chubasquero al viento bajando de regreso a Pola de Lena. Frío, lluvia, épica… Abro los ojos, doy al play del vídeo en youtube y… ¡¡¡Gana Tony Rominger!!!.

 

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